viernes, 27 de mayo de 2011

Rita de Casia "La mística de la espina"

La mística de la espina
Introducción

Querido lector tienes en tus manos el fruto de muchos años de  investigación. Gracias  a Dios he tenido la oportunidad de visitar Casia y acudir a las fuentes. Ya sea mediante el estudio de  la D.R.A (Documentación Ritiana Antigua) y de la Positio de Santa Rita. (material que contiene todo lo referente a su proceso de canonización). Durante todos estos años leí numerosos autores que han escrito sobre la Santa de Casia y posteriomente realicé estudios comparativos de los mismos  confrontando con las fuentes.
 Con todo  gusto te entrego la sintesis de mi labor que es un homenaje a la Santa que tanto amo.
                                                                                                                     Raúl Díaz Corbo

Para acercarnos a Santa Rita es necesario tener en cuenta antes que nada su contexto histórico, geográfico y espiritual.

Su vida transcurre en un espacio de tiempo que no es el nuestro. Para entenderla mejor y conocerla más profundamente es importante viajar con la imaginación y acercarnos a su cuna para recorrer lentamente el desarrollo de su rica existencia.
Verdaderamente Rita de Casia es una Santa muy amada. Muchas veces me he preguntado: ¿Por qué emociona tanto la fiesta del 22 de mayo? Y es que Rita toca nuestros sentimientos profundos.
Como buena monja agustina, Rita supo bucear en la profundidad de su propio corazón y ahora desde la Ciudad de Dios nos enseña a nosotros a hacer lo mismo: a vivir la vida en profundidad amando intensamente a Dios y yendo juntos hacia Él.
La fiesta de Santa Rita nos pone siempre en relación directa con la Santísima Trinidad. Al Padre le damos gracias porque nos la regaló; al Hijo porque místicamente la desposó, dándole una espina de su corona; al Espíritu Santo porque la santificó en los diversos estados de vida.

A Rita le damos gracias porque su vida es un ejemplo que nos acerca a Dios Uno y Trino.

Rita niña, joven, esposa, madre, viuda, monja y anciana, nos enseña que la santidad no es cuestión ni de edades ni de estados de vida en particular. En Rita se hace palpable la llamada universal a la santidad, porque ella es, -según palabras de Juan Pablo II: “un testimonio significativo de la obra que el Señor realiza en la historia cuando encuentra corazones humildes y disponibles al amor”.

Es por eso que la fiesta de Santa Rita trasmite tanta esperanza y tanto gozo interior. Su fiesta es también nuestra, es fiesta de aquellos que la queremos, la recordamos, la invocamos y por supuesto le agradecemos. Es fiesta de aquellos que motivados por el clamor de una multitud la proclaman: “Abogada de los imposibles”.


Oración a Santa Rita de Casia, la Santa de todos nuestros días

Acudo a ti Rita, con la certeza de encontrarte siempre a mi lado, mi Santa de todos los días.
Amiga fiel en las horas difíciles que me ayudas a cargar la cruz y te quedas conmigo, cual Cirenea que no fue obligada.
Hermana mayor que me abrazas en las alegrías desbordantes y las acrecientas aún más con tu presencia siempre grata y cercana.
Santa mía, y de tantos… que nunca deje de quererte ni invocarte. Que por tus ruegos, Dios me conceda como hasta ahora, la capacidad de reconocer siempre Su Providencia y tu intercesión.
Santa de todos mis días, le doy gracias a Señor y te doy gracias porque siempre puedo contar contigo en cada momento de mi vida. Amén


De camino a Rocaporena

En el corazón verde de Italia, la Umbría nos encontramos un pequeña aldea llamada Rocaporena que dista cinco kilómetros de Casia.
El camino a Rocaporena tiene una simple y particular belleza natural que el viajero no se cansa de admirar. El continuo serpentear entre los valles y los montes rocosos. El murmullo a veces suave del río Corno que en algunos lugares de su curso moja casi tímidamente las piedras cautiva la mirada del que pasa.
Cuentan los habitantes de Rocaporena que en la antigüedad una mujer llamada Porrina profetizó: “ De estas piedras graníticas saldrá a la luz una piedra preciosa que será grande… Multitudes vendrán a glorificar a Dios eterno. Y este angosto y pobre valle tendrá nombre sagrado en el mundo”.
Con el paso del tiempo los rocanos vieron el cumplimiento de esa profecía al darse cuenta que la pobre e insignificante Rocaporena se había hecho famosa en el mundo. Ciertamente aquel “angosto y pobre valle” se convirtió en lugar sagrado. Aún hoy se pueden ver las multitudes de peregrinos que acuden de distintas partes del mundo para glorificar a
 Dios y para darle gracias por el regalo que nos ha hecho al darnos a Santa Rita, piedra preciosa de Rocaporena y perla de la Umbría.

Rita, regalo del cielo

A mediados del siglo XIV vivían en Rocaporena Antonio Lotti y Amada Ferri dos buenos esposos que se amaban con entrañable afecto y llevaban una vida ejemplar.
En el Proceso de Canonización de Santa Rita leemos que los padres de ésta eran “muy dados a la oración y sumamente compasivos de las necesidades de sus prójimos, a quienes socorrían si eran pobres, visitaban si eran enfermos, o convencían de sus yerros e ignorancias, lo cual les granjeó el crédito y la estima que llegaron a conseguir…mereciendo por sus buenos oficios el glorioso dictado de pacificadores…”

Eran miembros de una institución que cumplía una importante misión social. Los llamaban “Pacificadores de Jesucristo”, ya que su fin principal era el sosegar los odios y las discordias y devolver el amor y la paz a las familias. Considerando tan abnegada tarea sólo podían pertenecer a los Pacificadores de Jesucristo, personas verdaderamente cristianas, de fe profunda y de gran autoridad moral para armonizar a los querellantes.

Los años de la vida matrimonial de Antonio y Amada transcurrían y el sueño de tener descendencia parecía que no llegaría nunca a realizarse. Sin embargo no dejaron de confiar que para Dios todo es posible. Estos fueron los padres de la Abogada de los imposibles y Santa de la paz y del perdón heroico.

La “margarita” de Rocaporena

En el año 1373 nace Rita y a los pocos días de nacida sus padres la llevan a Casia para bautizarla. Esta peregrinación de Rocaporena a Casia tuvo su sentido porque la actual y cercana parroquia de San Montano, en aquellos años, no tenía pila bautismal por ser capilla.
Al llegar a Casia subieron a la colina de San Agustín y al entrar en la iglesia se celebró allí el bautismo.

La bautizaron con el nombre Margarita. Como expresión de cariño, Antonio y Amada abreviaron su nombre llamándola  Rita.

Margarita es un antiguo nombre latino que en su correspondiente griego significa: “perla” y que el mismo indica también una “flor del parado” símbolo de la sencillez.

En la antigua lengua tibetana su nombre “Mauyari” quiere decir tres cosas: “campana” “vida que florece” y “perla preciosa”.

“Margarita” en el significado tibetano de perla, perla preciosa, alude a una persona excepcional. Se le puede decir así a una mujer que se distingue por su belleza, sensibilidad, educación, afabilidad, inteligencia y honestidad de costumbres: una verdadera perla.

“Margarita” en el significado de campana es una imagen también muy hermosa. La campana evoca la casa, la familia, la madre, los afectos, y el llamado de Dios a la oración.

Es curioso darnos cuentas de las coincidencias de la etimología de su nombre con su vida misma sin olvidarnos por supuesto que al momento de su muerte sonaron a fiesta las campanas y el pueblo la llamó: “Perla preciosa de Umbría”.



Abejas de ayer y  de hoy

Inmediatamente después de ser bautizada, abejas blancas entraban y salían de la boca de Rita sin hacerle daño. No se duda de que este episodio de las abejas pertenece a la primera tradición ritiana, pero no hay necesidad de recurrir al hecho como un fenómeno sobrenatural.
De todas maneras no podemos olvidar el gran interés que manifestó el papa Urbano VIII quien además de llevarlas en su escudo pontifical, se preocupó en persona de estudiar el comportamiento de esta especie de abejas que, al parecer, son únicas en el mundo. Aún hoy, en el antiguo monasterio donde Rita vivió y murió como monja agustina, podemos encontrar a las abejas “murarias”, llamadas así porque habitan en los muros. Aunque la devoción popular ha preferido llamarlas “abejas de Santa Rita” por haberlas relacionado con aquellas misteriosas abejas que rodearon su cuna pocos días después de su bautismo.

Pero en Casia las “abejas de santa Rita” no sólo viven en los muros del monasterio, sino que también junto a éste. Así lo ha querido la Beata Teresa de Casia (Madre Teresa Fasce) que en 1938 fundó la “colmena de Santa Rita”, una obra donde niños carenciados reciben ayuda para crecer fuertes, y emprender luego el vuelo de la vida.


Una pequeña que crece

El camino espiritual de Rita no comenzó con la vida monástica sino que se inició el día de su bautismo y dando los primeros pasos en la fe junto a sus padres.
Antonio y Amada fueron quienes asumieron con responsabilidad la misión de ayudar a levantar los sólidos cimientos de la profunda vida cristiana de la mística de Casia.
Junto a sus padres, Rita vivió sus primeras experiencias de encuentro con Dios, ya sea en las celebraciones de la capilla de San Montano, como también en los momentos fuertes de oración familiar.

Rita fue creciendo en un hogar donde se respiraba paz. Pero en su entorno, tanto en Rocaporena como en Casia el ambiente social y político no era precisamente pacífico. Por esta razón Antonio y Amada se habían comprometido en la misión de sembrar la paz y por ello fueron llamados: «pacificadores de Cristo». De sus padres Rita aprendió la tarea de pacificar.
Al llegar a la edad de la juventud experimentó el llamado de Dios a la vida monástica y expresó su deseo de ingresar en la Orden de San Agustín. Pero sus padres, hijos de su tiempo, al igual que nosotros, y considerando que lo mejor para su hija era contraer matrimonio, eligieron para ella un candidato, siguiendo las costumbres de la época.

Creyendo Rita que esta era la voluntad de Dios, aceptó de buen grado al candidato, sin saber que más tarde, llegaría a ser esposa de Cristo en el monasterio agustiniano de Santa María Magdalena.

Un matrimonio que llegó a ser feliz

Rita contrajo matrimonio con Pablo Mancini, propietario de un molino casi en el límite entre Rocaporena y Casia.
Un sacerdote agustiniano, contemporáneo de nuestra santa, declaró que Rita fue dada en matrimonio a un joven bien dispuesto pero resentido, del mismo lugar de Rocaporena. Sin embargo otro testigo afirmó que Pablo Mancini era “un hombre honorable y de buena familia, pero muy diferente a Rita… en cuanto a las cualidades, genio y costumbres”, “hombre de trato difícil pero con gran reserva de generosidad”.
Rita, amó a Pablo tal como era, intuyendo que en aquel hombre de carácter difícil, había un corazón generoso capaz de mucho amor. Siguiendo el ejemplo de Santa Mónica, Rita esperó pacientemente el momento de la conversión de su esposo, mientras lo ayudaba con sus oraciones y con su testimonio de vida cristiana.

Poco a poco y con la ayuda de Dios, el matrimonio Mancini- Lotti fue superando sus primeras crisis. Y una vez fortalecido el vínculo la relación se tornó más sana y respetuosa. Finalmente Rita logró un matrimonio feliz. De aquel amor vio nacer a sus dos hijos: Juan Santiago y Pablo María.
Como madre cristiana, Rita educó a sus hijos en la fe. Junto a ellos y a su marido disfrutó de muchos momentos de alegría. Es fácil imaginarla feliz en las celebraciones de los sacramentos que recibieron Juan Santiago y Pablo María. Felicidad que también sería grande cada domingo cuando concurrían juntos como familia, a la celebración de la Misa en la iglesia de San Montano.


La mujer fuerte puso en Dios su esperanza ...

Primeramente llegó la muerte de sus ancianos padres, la cual, no por esperada, fue menos dolorosa. Cuando su corazón estaba preparado para otras pérdidas le trajeron la amarga noticia de que su esposo había sido asesinado, se sospecha que a causa de viejas rencillas.
El pueblo de Rocaporena había quedado consternado por tan alevosos crimen y se movilizó para acompañar en su pesar a la viuda de Mancini.
En presencia de todos los asistentes, Rita perdonó públicamente a los asesinos de su marido. Ella no sabía de rencores ni de odios. No había lugar en su corazón para sentimientos ruines de venganza. Después de darle sepultura Rita retornó con sus dos hijos a casa; seguramente lloró, pero abrazándose a la vida y a la esperanza. Dios sostenía a Rita y ella confiaba en Dios.

Prefirió perderlos en la paz de Dios a retenerlos en el dolor de la venganza.

El asesinato de su marido trajo como consecuencia que sus hijos, ya adolescentes, se sintieran proclives a la venganza. La familia de Pablo influía negativamente en los corazones de aquellos jóvenes. Rita, por su parte, había escondido la camisa ensangrentada de su esposo para evitar que sus hijos se sintieran motivados a la venganza. Señalándoles el crucifijo los invitaba a perdonar como Jesús.
Preocupada por la insistencia de ellos en vengar la muerte de su padre, rezó diciendo al Señor que prefería que se los llevase antes que se convirtieran en homicidas.
Esta oración que se encuentra en el proceso de canonización expresa lo máximo de su heroísmo, porque aún siendo una madre tan afectuosa, el temor de la ofensa a Dios y el peligro de perderlos para siempre pudo más que todo otro humano sentimiento.
Patrona de los pobres y de los enfermos

Entre los más variados títulos con los cuales se venera a la Santa de Casia, está este de “Patrona de los pobres y de los enfermos”.
Una vez viuda y sin hijos, Rita no se encerró en su casa para auto-compadecerse, sino que se enfrentó el sufrimiento sin evasiones ni estancamientos. En la aceptación y ofrenda de su dolor encontró la vía del amor y de la sanación interior, recuperando la alegría de servir a Jesús en el prójimo.
Rita viuda descubrió que esta nueva etapa de su vida le ofrecía un modo diverso de realización y de felicidad. Siguiendo el ejemplo de San Nicolás de Tolentino, Rita oraba por sus difuntos con inmensa ternura, pero sin el dolor de quien piensa que los ha perdido para siempre; sino con la esperanza de reencontrarlos “ en Aquel en quien nada se pierde” (San Agustín).
La Santa de Rocaporena, cual mujer fuerte “guardó memoria a sus muertos y gastó en los vivos su tiempo” (Himno de Santas Mujeres).
Acudía al “Lazareto” para visitar a los enfermos que allí encontraban refugio y atención. Socorría a los pobres con quienes compartía sus bienes y consolaba a los tristes invitándolos a la esperanza. Aún hoy, en el Santuario de Rocaporena, se puede ver a modo de reliquia, un manto que le pertenecía y al cual renunció para dárselo a un necesitado.



Un escollo, una esperanza.

Rodeado por el caserío y las montañas, casi al centro del valle, nos encontramos con “el Escollo”, una elevación rocosa llena de abundante vegetación. Desde lo más alto del escollo se aprecia la belleza del paisaje y se experimenta una seductora invitación a la alabanza del Creador.
En la actualidad los habitantes de Rocaporena se refieren a este lugar con distintos nombres, entre los más usados están: “Escollo de la oración”, “Escollo de Santa Rita”, “Escollo de la Esperanza”. Conviene destacar que todas las maneras de llamarlo hacen referencia directa o indirectamente a la misma persona. Es tradición entre los rocanos decir que Rita subía al escollo para retirarse en oración, alimentando así la esperanza de ingresar en el monasterio de las agustinas de Casia.
Llevaba Rita una vida tan rica en oración y en servicio al prójimo que no tardó en descubrir que en su interior estaba aún latente aquel viejo llamado a la vida religiosa y, dejándose guiar por el Amor, encaminó sus pasos hacia su deseada Casia.
Al llegar al monasterio pidió ser admitida en él, pero se encontró que en aquella comunidad había una parienta de su esposo, una tal Catalina Mancini. No olvidemos que los Mancini sentían un gran desprecio hacia Rita, debido a que ella se
 opuso a la venganza concediendo el perdón a los asesinos de su marido. Por eso no debemos extrañarnos cuando la abadesa, temiendo poner en peligro la buena convivencia entre las hermanas, le negó a Rita su ingreso al monasterio.

Con esa respuesta no esperada regresó la Santa a las tareas de siempre. Pero sin resignarse ante la negativa acudió al Señor pidiéndole ayuda. Aunque no rezó sola, sino que se dejó acompañar por la intercesión de sus santos más queridos: San Juan Bautista, San Agustín y San Nicolás de Tolentino. Fortalecida con la gracia de Cristo y la oración de tan grandes compañeros, emprendió su camino a Casia una y otra vez.
Un día, después de varios intentos, viendo la abadesa la perseverancia de nuestra Santa, le manifestó que la pacificación de las familias podía ser, sin lugar a dudas, la llave que le abriría las puertas del monasterio. Si bien esta propuesta parecía imposible de concretar dado el endurecimiento de aquellos corazones, sin embargo brilló para Rita una esperanza.

La paz que nace del perdón

Rita había visto muchas veces a sus padres embarcados en la difícil, tarea de sembrar la paz, Ahora le tocaba a ella misma realizar lo que había visto y aprendido de Antonio y Amada. Con la paciencia y la perseverancia de siempre asumió su nuevo desafío, dispuesta a encontrarse con las familias enemistadas para invitarlas al perdón y a la reconciliación. Finalmente, después de muchos esfuerzos y oraciones, logró reunirlas en un abrazo de paz. Los pueblos de Rocaporena y de Casia recordaron siempre aquel abrazo que puso fin a tanto rencor, odio y violencia.
Aquel acontecimiento fue el origen del título con el que más tarde también se invocó a Rita al llamarla “Santa de la paz y del perdón”. Ahora ella tenía el camino libre para entrar en el monasterio.
Una vid prodigiosa
La tradición dice que siendo Rita novicia, la superiora le pidió que regara, por obediencia, un sarmiento seco que se encontraba en el jardín y que cuidara de él.
Ella lo hizo humildemente cada día. Al cabo de un tiempo el sarmiento seco retoñó transformándose en una lozana vid. En la simbología ritiana la vid junto a un pozo alude a la obediencia de la Santa y a su fecundidad espiritual.


La espina del amor

Durante la cuaresma del 1425 un predicador franciscano, Giacomo della Marca, acudió a la Colegiata de Santa María de Casia, por haber sido invitado a predicar sobre la pasión del Señor. Debido a su buena fama de orador fueron muchos los que acudieron a escucharlo. Entre los oyentes estaba Rita, quien supo aprovechar bien aquella prédica que guardó en su corazón y meditó siempre. Ella, que tanto contemplaba el crucifijo, se sintió profundamente tocada por la predicación del franciscano.
Años después, cuando llegó el viernes santo de 1432, hallándose Rita de rodillas ante la imagen del crucifijo, exclamó: “Señor, dame una espina, una de aquellas que traspasaron tu sagrada cabeza”. La súplica fue tan sincera que el Señor le concedió a Rita una íntima participación en su pasión.
El epitafio que podemos leer en el segundo sarcófago de la Santa, realizado diez años después de su muerte, reza así:
“Oh bienaventurada por virtud y fortaleza,
en éxtasis arrebatada por la Cruz,
donde sufriste dolores agudos,
tú dejaste las tristezas de este mundo,
para satisfacer tus ansias de vida y de luz.
Participando de esa pasión tan atroz,
¿qué mérito tan grande atribuirte?
Tú fuiste preferida a toda otra mujer
para recibir una espina de Jesús.
Tú no esperabas algún premio terreno,
pues no querías otro tesoro fuera de Cristo,
al que toda te entregaste.
Quince años la espina padeciste,
y no te pareció todavía estar preparada
para entrar en la vida gozosa” 1457

1457 . nota: No se trata de la fecha de la muerte de la santa como creen algunos sino de la fecha del segundo ataúd.
Este epitafio nos señala el momento cumbre del éxtasis mayor de Rita, la estigmatización en la frente mediante el don de la espina. Estudios médico realizados el día 4 de abril de 1997, hallaron en la zona frontal del cuerpo de Santa Rita una fisura profunda. Pero más que las pruebas interesa destacar el significado propio del signo, para darnos cuenta que el estigma de Rita expresa exteriormente su íntima unión con Jesucristo. Es, como algunos ya han dicho, el desposorio místico de la Santa, su matrimonio espiritual que ha tocado la experiencia misma del éxtasis, o dicho más poéticamente: “Es el beso de Jesús en la frente de Rita”.



Desde la Iglesia amó a la Iglesia

El período monacal de Rita, más aún toda su vida, se desarrolló en un momento muy crítico de la historia de la Iglesia Católica. Período de grandes divisiones, escándalos, decadencia del papado, etc. En ese momento en el cual mucho optaron por separarse de la Iglesia, Rita prefirió manifestar públicamente su total adhesión.
Generalmente, cuando la Iglesia pasa por estas experiencias dolorosas que hacen tambalear la fe de los más débiles, una postura cómoda y poco comprometida puede ser esta: “entonces yo también me voy”.Pero la fe de esta mujer fuerte era firme y madura. Rita amaba la Iglesia real y no “ideal”. La amaba, no porque ingenuamente la creyera perfecta, sino porque estaba convencida de la necesidad de conversión en cada uno de sus miembros. Fue en ese contexto que surgió el peregrinaje a Roma que realizó junto con sus hermanas del monasterio. De esta manera, y habiendo vivido su fe comunitariamente y en plena comunión con la Iglesia, Rita nos da ejemplo de amor y de unidad, porque supo decir con su vida “aquí estoy”.
En su último invierno Jesús le regaló una rosa y dos higos
El prodigio de la rosa y de los higos aparece en diversos testimonios fidedignos recogidos en el proceso de canonización. Transcribimos parte del testimonio de una antigua biografía: “En el más áspero y riguroso invierno, y encontrándose todo cubierto de nieve, una prima de Rita fue a visitarla; al marcharse preguntó a Rita si de su casa necesitaba alguna cosa; Rita le respondió que deseaba una rosa y dos higos del huerto de Rocaporena. La prima sonrió, creyendo que Rita deliraba a causa de la enfermedad y se marchó. Una vez llegada a la casa donde Rita vivió con su esposo y sus dos hijos, entró en el huerto y vio entre la nieve un rosal que cargaba una hermosa rosa y en la higuera, halló dos higos maduros. Perpleja por el cruel invierno, viendo los frutos milagrosos, se los llevó a Rita”.
La rosa y los higos aparecen en la vida de Santa Rita como un signo amoroso de Dios para aquella mujer que había sabido sobrellevar dolores y contradicciones, ofreciendo generosamente su vida al Amor. Ahora florecía en ella la vida nueva de Jesús resucitado, a quien había amado sin medida. Se iba cargada de frutos maduros como higuera bendecida y fecunda. Se iba como rosa que despide el buen aroma de Cristo.

El feliz tránsito de Santa Rita
Había pasado el invierno. La primavera apenas entrada esparcía el aroma de las ahora abundantes rosas. En el monasterio una luz se estaba apagando para brillar luego aún con más intensidad en toda la Iglesia. Rita agoniza serena… El buen Jesús y su Madre le conceden en visión la gracia de sus visitas como un anticipo de cielo. Por fin, Rita sonríe y expira. Entonces las campanas de la ciudad de comenzaron a anunciar, con prodigioso sonido, el inicio de numerosos portentos. Al momento se iluminó la habitación y un perfume inefable se esparció por todo el monasterio. Apenas acaecido el tránsito de Rita, peregrinos de todas partes se acercaron para venerar el cuerpo. Muchos enfermos sanaron al instante con solo tocarlo. Rita de Casia entró en la gloria con verdadera fama de santidad el 22 de mayo de 1447. De inmediato el pueblo la llamó “santa” y la invocó como “abogada de los imposibles” y “Santa de la paz y del perdón”.
Margarita Lotti (Rita de Casia), fue declarada beata el 22 de julio de 1628 por el papa Urbano VIII y canonizada el 24 de mayo de 1900 por el papa León XIII. Hoy en día la devoción a Santa Rita es universal y sus favores espirituales y materiales son innumerables.


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